Sábado 7 de Septiembre de 2024

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27/07/2024

Ernesto Tenembaum retrata a Milei: de una infancia difícil a esa visita al supermercado que lo hizo economista

Fuente: telam

En su crónica “Milei. Una historia del presente”, el periodista abarca desde episodios íntimos hasta la influencia del actual mandatario en el panorama político mundial. Aquí, un adelanto exclusivo

>El libro Milei, una historia del presente, escrito por el periodista“Este es un libro electrizante, profundo y, a la vez, didáctico”, se menciona en su descripción oficial. Además del lado más personal de Milei, el autor también explora su capacidad inesperada de liderazgo, junto con relatos de trifulcas violentas y la fama alcanzada por sus perros, combinando todo esto con una receta destinada a transformar el país y el mundo entero.

Ernesto Tenembaum, uno de los periodistas más respetados en Argentina, ha trabajado en múltiples medios como Página/12, Radio Mitre, Rock and Pop, Todo Noticias, CNN en español, El País de España y Revista Veintitrés. Actualmente conduce el programa “¿Y ahora quién podrá ayudarnos? por Radio con Vos, y el programa “540 grados” junto a María O’Donnell, por el canal de streaming Cenital. Desde hace siete años, esTenembaum escribió Enemigos (2005), un intercambio de correos con un alto funcionario del FMI acerca de la crisis de 2001, y ¿Qué les pasó?, uno de los primeros ensayos críticos sobre la experiencia kirchnerista. En 2014, publicó la novela romántica Una mujer única, ambientada en los últimos años de la presidencia de Cristina Kirchner.

El autor utiliza su vasto conocimiento y recursos para ofrecer en “Milei, una historia del presente” un examen profundo y revelador del fenómeno Milei y el impacto que ha tenido en la sociedad argentina. Con esta obra, Tenembaum no solo documenta el presente sino que también plantea cuestionamientos sobre el futuro de la democracia en Argentina y el papel que figuras como Milei podrían jugar en él.

¿Quién era ese señor que odiaba a Keynes y desparramaba números como si tal cosa? O mejor dicho, ¿quién había sido él, antes de ese instante en el que un conductor de televisión se dio cuenta de que ese señor medía, que garpaba, que hacía número, que era un negocio ponerlo al aire?

La mayor parte de la vida de Javier Milei se conoce gracias a su generosidad. Él fue quien la contó a lo largo de cientos de horas de televisión.

La realidad había sido más tortuosa, como él mismo se había ocupado de describir en otras notas. «De chico, había maltrato físico, y estamos hablando de una persona de 1,90. No eran palizas normales. Después, cuando estudiaba, mi padre siempre fue muy despectivo con mi carrera, siempre me dijo que era una basura, que me iba a morir de hambre y que iba a ser un inútil toda la vida», contó. «Tuve 9,43 de promedio como reacción al ataque de mi padre para que me fuera mal en la universidad. Ahora, tal vez gracias a eso, ante las dudas y miedos de otros, yo resuelvo como si nada».

Un periodista le sugirió que les enviara a sus padres un mensaje de reconciliación.

—Con mis papás llevamos casi diez años sin hablarnos. Vos no llegás a una decisión así porque sí. Yo considero que debés relacionarte con gente sana. El vínculo sanguíneo es un accidente. En ese sentido, para mí no es tan dramático. A la gente tóxica te la sacás de encima. No tengo ninguna intención de perdonarlos. Tal vez como consecuencia de eso, Milei ha decidido no tener hijos. «A la luz de la pésima experiencia que tuve como hijo, es probable que no me considere en condiciones de ser un buen padre. Porque, aun cuando vos quieras hacer las cosas bien, también te puede salir mal. No creo que todo lo que me hicieron fue por maldad», le contó a la modelo Nicole Neumann.

—Uno a veces hace lo que puede —acotó ella.

Tampoco era fácil la relación con su madre: «Me la hacían muy difícil en mi casa. Mi madre me hizo las mil y una. Por ejemplo, llegaba la época de los finales y me dejaba de hablar, me generaba situaciones de mucho estrés para que me fuera mal».

En los vínculos afectivos de Milei hay un solo punto de apoyo: su hermana menor, Karina. Ella lo acompañaba, de muy pequeña, a los partidos de fútbol en los que participaba. Era la mascota de su equipo. Era, también, su cobijo frente a la tensión que se vivía en la familia. En 1982, al desatarse la guerra de Malvinas, Javier recibió una tremenda paliza porque opinó que no estaba de acuerdo con la última aventura de la dictadura militar. El episodio fue tan violento que Karina entró en shock y debió ser internada. Desde el hospital, su madre lo llamó y le advirtió que, si su hermana moría, sería culpa suya. Milei era entonces un pequeño de apenas once años.

—El 2 de abril, cuando la Argentina recupera las Malvinas, nosotros estábamos en la casa de mi padrino. Esa casa tenía un living comedor, después venía la cocina y después el comedor diario. Estaban todos muy exultantes porque habíamos recuperado las Malvinas. Yo dije que era un disparate porque nos iban a hacer de goma. Y bueno, no le gustó y me dio una tremenda paliza.

—¿Y qué actitud tomaba tu madre? O sea, ¿era pasiva ante ese tipo de situaciones?

—Pero ver a un hijo ser golpeado no es fácil para ninguna madre. Hay madres que se van con los hijos por esa situación.

Esa imagen de un hombre gigantesco golpeando sin piedad a un niño sería recurrente en los relatos de Milei.

—¿Y Karina cómo era estudiando?

—Regular, Karina. O sea que no era muy buena estudiando.

—¿A qué se dedica ahora Karina?

—¿Qué es lo mejor de Karina?

—¿Qué es lo peor?

Esa señora que concursaba en televisión sería, en poco tiempo, una de las personas más poderosas de la Argentina.

De su familia, Milei también reivindicaba a su abuela: «Si pudiera volver a tener una cena con alguien que no está, sería con mi abuela materna, Elia, y con quien fue su marido. Ella enviudó cuando mi mamá tenía catorce años y fue un ejemplo de vida, una luchadora, una gladiadora. Era hija de italianos y una remadora, porque su hija era chica y tenía que llenar la olla. Si existió alguien carente de maldad, fue ella».

—Con una profesional, a los trece años, el 5 de noviembre de 1983.

—Solo.

—No, solo. En esa época, tenían un cartel con un número y era imposible no saber que ahí había lo que había. Sentía la necesidad. Fui, vi de lo que se trataba y dije: «Bueno, bárbaro, sigamos». Milei también contó muchas veces, con orgullo, que fue arquero de fútbol. Tanto tiempo le dedicaba al deporte que su desempeño escolar se derrumbó. Eso generó otra crisis familiar. Hasta que los padres le pidieron consejo a una monja que trabajaba en el Cardenal Copello, el colegio católico al que asistía. Ella les dijo que no le quitaran el fútbol, pero que lo condicionaran a que mejorara sus calificaciones.

Milei era bajito en comparación con el resto de los arque- ros. «Eso me obligaba a entrenar mucho más, seis horas por día. Cuando estaba en el arco, saltaba y dejaba el travesaño a la altura del pecho. Volaba de un palo al otro sin problemas».

Milei llegó a la tercera división, bastante más lejos que la mayoría de los niños que sueñan con jugar en primera. Pero nunca logró un contrato de jugador profesional. Abandonó el fútbol para dedicarse a la economía.

Pero la vocación definitiva se le despertó en 1989, con el estallido de la hiperinflación. «Yo estaba acompañando a mi mamá en el año 1989, en el mes de julio, cuando fue la hiperinflación de Alfonsín. Estaba apoyado sobre el changuito y pasaban unas chicas remarcando los precios. Subían los precios y, sin embargo, la cantidad demandada no bajaba, como yo había estudiado, sino que la gente se abalanzaba sobre los productos. La solución de dignidad hizo que dejara de jugar al fútbol, porque eso me demandaba seis horas por día. Y empecé a estudiar a fondo. A los veinte años escribí mi primer artículo académico, que se llama “La inflación y la distorsión en los mercados”».

¿Ha sido Milei un economista destacado?

Uno de sus empleadores fue Miguel Ángel Broda, titular de la consultora de empresas que durante mucho tiempo fue la más influyente del país. Broda ha dicho que pocas veces tuvo un empleado tan brillante. «Era impresionante. Vos le dabas cinco papers para analizar, se los leía en una noche y era capaz de ver cosas que yo no había visto. Pero esa misma capacidad no la tenía para aplicarla a la realidad. Se fue porque tuvo dificultades para integrarse. No hubo ningún problema conmigo, pero sí con gente de mi equipo».

Antes de esa experiencia había intentado ingresar, sin éxito, en el Banco Central. No es doctor en Economía ni completó estudios de posgrado en universidades importantes, no fue titular de una cátedra relevante ni publicó papers en publicaciones destacadas del mundo.

«No solo no estaba. No lo conocíamos», contó uno de ellos.

Pese a ello, llegaría más lejos que los demás.

En el momento en que pisó el set de televisión de Animales sueltos, Milei trabajaba para la Corporación América, un conglomerado empresarial conducido por el magnate Eduardo Eurnekian, uno de los hombres más ricos de la Argentina. Eurnekian creció como empresario textil, luego hizo una gran fortuna al invertir tempranamente en una red de televisión por cable, que luego vendió por una cifra sideral. Su salto definitivo se produjo cuando logró la concesión de la administración de Aeropuertos Argentinos, que estaba en manos del Estado. En la plantilla de Corporación América siempre figuraron políticos destacados —un excanciller, una exsenadora que sería secretaría legal de la presidencia, un exsecretario de Finanzas, entre otros—, que pertenecían a distintos partidos políticos. Entre ellos, estaba Milei. Era algo solitario, aunque no completamente. Además de su hermana, contaba con Conan, su perro, al que llamaba «mi hijito de cuatro patas» y al que le dedicaba sus libros.

Días después de salir del estudio Broda, viajó a Córdoba para presentar un artículo publicado en la revista de la Universidad Nacional de Córdoba. En el hotel, almorzó con el dueño de un criadero de mastines ingleses y luego lo visitó en su casa. «Allí conocí al amor de mi vida. Los cachorros eran trece, pero uno vino hacia mí casi de inmediato. Conan ya me había elegido. Se hizo la luz».

Aquel 27 de julio de 2016, cuando estaba a punto de iniciar, sin saberlo aún, su viaje hacia la presidencia, vivía en un departamento no demasiado grande, ubicado en una torre, construida en un típico barrio de clase media porteña. Algunos vecinos de entonces recuerdan su dedicación a Conan. En sus últimos días de vida, el perro casi no podía caminar y Milei lo alzaba para bajarlo en el ascensor. Se trataba de un animal de casi 100 kilos.

La modelo Nicole Neumann le preguntó cómo congeniaba ambas cosas.

—Fue algo distinto. Conan, como todos los perros, es curioso. Él mide un metro ochenta y uno en dos patas y pesa 90 kilos. Es un mastín inglés. Había venido una señorita a casa y estábamos en el cuarto. Y Conan daba vueltas por toda la casa, paseaba. Entonces la señorita se sintió incómoda porque venía y miraba. Y me hizo echarlo de la pieza.

—Entonces tuve que explicarle que tenía que salir del cuarto. Entiende todo. Y le cerré la puerta, porque no me quedaba otra. Tené en cuenta que yo practico sexo tántrico y eso requiere mucho tiempo. Cuando la señorita salió del cuarto, Conan se había hecho pis. Imaginate las dimensiones del tema; con lo cual me tuve que quedar limpiando hasta sacar eso, y a primera hora de la mañana llamar por teléfono para que me saquen la alfombra y me pongan una nueva.

—¿Vos preferís a los perros o a las personas? —le preguntaron en una nota.

Su único amigo, en aquel momento, era Diego Giacomini, un economista que se define como «liberal radical» y que trabajaba como consultor externo de empresas. Giacomini se separó de su mujer en 2005 y fue a vivir a lo de Milei. «Nos divertíamos mucho. Se dio una coincidencia de tres gustos que teníamos en común. Yo soy socio vitalicio de Boca, y teníamos abono durante añares. De manera que, todos los domingos, cada uno iba a su asiento en la platea. Los dos somos, además, fanáticos de los Rolling Stones. Segunda cosa importante. Y la tercera es que los dos amamos, respiramos la economía. Entonces, las charlas eran interminables». De esas conversaciones surgieron cuatro libros que Milei y Giacomini escribieron juntos. Con el tiempo, romperían. Las razones de esa ruptura aportarían otro costado interesante para conocer al profesor. En muchas relaciones de Milei se repetía la misma parábola: una súbita intensidad, que duraba un tiempo, anticipaba una ruptura agresiva y definitiva.

Antes de que el fenómeno popular estallara, o sea, antes del 27 de julio de 2016, Milei ya había intentado penetrar en los medios de comunicación por distintas vías. En ese recorrido, había logrado que lo incorporaran como columnista en dos programas radiales, sin demasiada audiencia, que eran conducidos por liberales. Uno era Carlos Kikuchi, exvocero de Domingo Cavallo, y el otro, Carlos Maslatón, que había sido un influyente líder liberal estudiantil en la década del ochenta. Ambos jugarían roles importantes en algún momento de su ascenso hacia el poder. Pero el encuentro más trascendente fue con Mauro Viale, un periodista que arrancó como relator de fútbol y luego condujo algunos de los programas de mayor audiencia de la televisión argentina. Viale conocía el oficio televisivo. Tenía una larga trayectoria y era valorado en el medio periodístico como un gran productor. También, recibía críticas por su estilo sensacionalista. Joni Viale, su hijo, sería uno de los que más entrevistaría y defendería a Milei a medida que se acercaba al poder.

«Aún recuerdo como si fuera hoy, un día domingo, que estaba invitado para el programa de Mauro Viale. Llegué muy temprano. De repente, se acerca la silueta de un hombre flaco y alto que me dice: “¿Qué hacés, Milei? Vamos a tomar algo”». Viale le dio un consejo que fue central para todo lo que vino después:

Cuando se encontró con Fantino, Milei tenía cuarenta y cinco años. Nunca se había casado. Estaba filosóficamente en contra del matrimonio, al que calificaba como «una institución horrorosa». Lo explicaba en términos económicos. «Si vos estás en el desierto del Sahara, ¿cuánto pagás por el primer vaso de agua?

Lo que te pidan. ¿Cuánto pagás por el segundo? Menos. Una vez que tomaste 50 litros, le tirás el vaso de agua por la cabeza. Eso se llama “utilidad marginal decreciente”. Si consumís todos los días el mismo producto, la utilidad cae. A vos te gusta el café con medialunas, porque al agregarle las medialunas se incrementa la valoración que hacés del café. La diversidad incrementa tu utilidad. Entonces, una de las cosas que pasa cuando salís con dos o tres personas es que funciona bárbaro, porque de una persona captás una cosa, de la otra, otra, y así sucesivamente. Ahora, cuando por alguna cuestión te ponés monógamo, la ley de la utilidad marginal decreciente te mata». Y agregaba: «¡No quiero matrimonios!

Entre las múltiples confesiones que hizo en televisión, Milei contó que practicaba el sexo tántrico. «Tengo cuarenta y siete años, participé de varios tríos sexuales y en el 90% de las veces fueron dos mujeres conmigo», afirmó. En varios reportajes, abundaría sobre el tema.

«Hay un libro maravilloso que se llama Las matemáticas de la naturaleza. Para esto hay una función logística. Las funciones logísticas tienen dos tramos: el tramo exponencial, donde una función crece crecientemente, y después viene lo que se llama la parte logarítmica de la función, cuando la función crece decrecientemente. El truco está en que, cuando estás recorriendo la primera fase de la exponencial, no te aceleres mucho, para que no te vayas, ni vayas tan despacio que el amigo se caiga. Entonces, buscás el punto de inflexión de la función y, a partir de ahí, empezás a acelerar».

«En el sexo tradicional, el hombre, cuando termina lo suyo, se pone muy reactivo. Al no eyacular, en realidad le das contención a tu pareja y entonces el vínculo afectivo y espiritual crece mucho más».

También explicó que no le interesaba demasiado la comida.

Fuente: telam

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