03/09/2024
A 20 años de la Masacre de la escuela de Beslán: 334 muertos en una toma de rehenes terrorista en Rusia
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Fuente: telam
El 3 de septiembre de 2004, después de dos días de tensión por la toma de un colegio por parte de milicianos chechenos, se produjo un confuso enfrentamiento entre las fuerzas especiales de Moscú y los atacantes que terminó con un saldo horroroso. Los testimonios de los sobrevivientes
>Vala Hosanova todavía no podía creer que estaba viva y abrazaba a su pequeño sobrino Borik, sin querer soltarlo, cuando el corresponsal de The Guardian en Rusia le preguntó qué había pasado. “Sonó una explosión, todos nos caímos y nos sujetamos la cabeza con las manos. Tratamos de cubrir a los niños con nuestros cuerpos. ¿Qué otra cosa podíamos hacer? Estaba totalmente desorientada. Los que estaban más cerca de la pared tuvieron más suerte y no resultaron heridos. Por todas partes caían pedazos de techo y vidrios. Miré hacia arriba y vi que la mujer que estaba a mi lado estaba muerta. Los niños corrían por todas partes, presas del pánico. Un militante enmascarado se acercó a mí y se llevó a algunos rehenes… Entonces vi a un soldado del Spetznaz (fuerzas especiales rusas) que me sacó de ahí”, contó.
Después de dos días de negociaciones, fusilamientos, sufrimientos y tensión, el desenlace de la toma de la escuela llegó de la peor manera: sobre el piso y entre los escombros se contaban 334 muertos - 186 de ellos niños - y más de setecientos heridos. La mayoría había perdido la vida bajo las ruinas del edificio, cuyo derrumbe fue provocado por la explosión de dos bombas colocadas por los terroristas, y en el tiroteo final, en el que sobrevivientes y testigos acusaron después a los militares de haber empleado carros de combate, lanzagranadas y lanzallamas con efecto de bombas de vacío.
No solo los civiles, como Vala, estaban horrorizados. El teniente coronel Andrei Galageyev, de las fuerzas especiales, describió su espanto a un cronista del periódico Kommersant: “Cuando entramos al gimnasio había muchos niños en el suelo, estaba lleno de ellos. Vi una botella de dos litros llena de explosivos plásticos y bolas de metal. He estado en guerra desde 1994, pero nunca había visto algo así. Había docenas de cuerpos destrozados, algunos de ellos todavía ardiendo”, relató.Mientras esa tarde del 3 de septiembre de 2004 los cuerpos seguían ardiendo, los bomberos trataban de apagar las llamas y los enfermeros intentaban socorrer a los heridos y sacar los cadáveres había una sola certeza: la “Masacre de la escuela de Beslán”, como se la llamó desde el primer momento, era el episodio más sangriento ocurrido en territorio ruso desde el inicio de la guerra entre Rusia y Chechenia, con muchas más víctimas que el trágico asalto al Teatro Dubrovka de Moscú ocurrido casi un año antes.La segunda guerra de Chechenia llevaba cuatro años y hacía tres que Vladimir Putin había instalado en la capital, Grozni, un gobierno que respondía al Kremlin. Aquellos que no se sometían su mandato eran considerados “bandidos”. La ideología de los combatientes chechenos había derivado desde la guerra anterior – entre diciembre de 1994 y agosto de 1996 – del independentismo laico al islamismo wahabista.En los meses iniciales de la guerra, Rusia se apoyó en un masivo ataque aéreo y terrestre utilizando misiles contra las principales ciudades. Gran parte de la población civil fue evacuada de las localidades donde se combatía. Los rusos avanzaron hacia Grozni, cuyo cerco completaron poco antes de Navidad; la capital chechena fue tomada por los rusos a principios de febrero de 2000, tras destruir lo poco que quedaba de ella.
La mañana del 1° de septiembre de 2004, cientos de niños se encontraban dentro de Escuela N°1 de Beslán, una ciudad en Osetia del Norte, de 35.000 habitantes. Los estudiantes, de 7 y 18 años, esperaban comenzar su primer día de escuela, tradicionalmente celebrado como el “Día del Conocimiento” en Rusia. Cuando en los establecimientos escolares hay celebraciones en horas de clase, lecciones de conocimiento, paz, seguridad y coraje. La escuela estaba repleta de alumnos, padres, profesores e incluso funcionarios de gobierno local.
Eran las 9:11, cuando los atacantes llegaron. Algunos de los chicos vieron a un grupo de personas con pasamontañas que cruzaban corriendo las vías del tren que corren detrás de la escuela. Al principio creyeron que era una broma, hasta que se dieron cuenta de la ansiedad de los adultos que les hacían señas para que corrieran. “Los niños primero corrieron hacia ellos y luego corrieron hacia nosotros en la escuela. En unos momentos, estábamos rodeados”, contó después Vala Hosanova, la tía de Borik.En medio de la confusión, unas cincuenta personas lograron escapar y alertaron a las autoridades pero, atrapados por los hombres armados, unos mil niños, maestros y padres fueron llevados a punta de pistola y armas largas al gimnasio, un edificio de unos 10 metros de ancho y 25 metros de largo.Mientras tanto, dentro del gimnasio, los terroristas instalaron una serie de bombas, hasta dejar las paredes y las entradas cubiertas de trampas explosivas. En el centro de la habitación colocaron dos grandes contenedores llenos de explosivos plásticos.
Apenas tuvieron bajo control la escuela, los milicianos amenazaron de muerte a los cautivos si hacían el menor intento de resistencia o trataban de escapar. “Tres mujeres con cinturones y máscaras de terroristas suicidas dijeron que, si llorábamos o gritábamos, tomarían medidas”, relató la rehén Hosanova. Para dejar en claro que iban en serio, mataron de un tiro a un hombre que había conservado su teléfono. “Mataremos de 20 a 40 de ustedes si encontramos otro teléfono”, advirtió una de las terroristas.
Mientras tanto, las fuerzas de seguridad rusas, establecieron un perímetro alrededor de la escuela, haciendo avanzar vehículos blindados y francotiradores. A ellos se sumaron, de manera caótica, algunos vecinos de la ciudad que pretendían usar sus propias armas para rescatar a sus familiares retenidos por los atacantes.Desde el interior de la escuela, los terroristas redoblaron la apuesta. Llevaron a veinte rehenes – todos hombres. al segundo piso del edificio principal de la escuela, los fusilaron y arrojaron sus cuerpos por las ventanas. Después de eso, aseguraron que, si las fuerzas rusas atacaban, matarían a cincuenta rehenes por cada uno de ellos que cayera.
También decidieron dejar sin agua a los rehenes, que hasta entonces habían podido beber de algunas canillas y de las duchas del gimnasio. “Rompieron las manijas de las canillas para que no pudiéramos usarlos. El agua se convirtió en un gran problema. Tuvimos que escurrir nuestras ropas para beber nuestro sudor de ellas. Incluso bebimos nuestra propia orina, los niños estaban muy sedientos”, relató Hosanova al periodista de The Guardian. Cuando los niños más pequeños comenzaron a llorar y a pedir agua, la respuesta de los secuestradores fue disparar al aire.El viernes 3, luego de una larga negociación, los ocupantes de la escuela aceptaron que miembros del Ministerio de Emergencias, con dos ambulancias, recogieran algunos de los cadáveres que yacían dentro y fuera del edificio. Los dos vehículos entraron al patio del establecimiento y los paramédicos bajaron para comenzar a recoger los cuerpos.Luego de las explosiones, las tropas rusas comenzaron a disparar contra las ventanas de la escuela, en un intento de cubrir la huida de los sobrevivientes ensangrentados que comenzaban a salir del edificio. Al mismo tiempo, dos tanques rusos avanzaron hacia el edificio.
Se desató entonces una batalla caótica mientras las fuerzas especiales intentaban entrar en la escuela al tiempo que protegían la huida de los rehenes. La contundencia de la intervención fue enorme; además de las fuerzas especiales, también participaron soldados del ejército regular ruso, tropas del Ministerio de Interior y helicópteros de combate. Muchos vecinos de Beslán también se unieron a la batalla con sus propias armas. En la confusión, varios de ellos murieron producto del “fuego amigo” de las tropas rusas.La toma de la Escuela de Beslán había terminado, pero con un saldo de muertos y heridos que superaban el más pesimista de los cálculos.
El presidente de Rusia Vladimir Putin ordenó un luto nacional el 6 y 7 de septiembre, que culminó con una manifestación contra el terrorismo de la que participaron unas 150.000 personas en la Plaza Roja de Moscú. Para entonces, las críticas a las autoridades rusas por el accionar de las fuerzas especiales en la recuperación de la escuela se multiplicaban dentro y fuera del país.Dos años después del ataque, una comisión del Parlamento ruso libró de toda responsabilidad a las autoridades y dictaminó que “la causa de las explosiones fue que los terroristas activaron un artefacto casero en el gimnasio”, provocando la muerte varios de los rehenes.Los familiares de las víctimas, al no recibir respuestas del gobierno federal ni de la justicia rusa, llevaron el caso al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que en abril de 2017 condenó al Estado ruso por haber empleado fuerza excesiva y no haber protegido el derecho a la vida de los fallecidos en el secuestro. También ordenó indemnizar con 2.95 millones de euros a las víctimas y a sus familiares.
Fuente: telam