25/02/2025
Un manifiesto para que Silicon Valley vuelva a ser grande otra vez, lejos del “hedonismo”

Fuente: telam
Alexander Karp, notorio CEO de una empresa de software para operaciones militares, reclama en su libro que el sector genere tecnologías transformadores para la nación y no para los consumidores
>El mensaje de La República Tecnológica es tan claro y vigorizante como el toque de diana: los entusiastas de la tecnología, que han pasado los años de auge de la revolución de Silicon Valley perfeccionando la entrega a domicilio de alitas de pollo, deben madurar. Necesitan redirigir su genio de la ingeniería para ayudar a Estados Unidos a defender los valores de Occidente, desarrollando armas para eliminar a nuestros enemigos antes de que nuestros enemigos desarrollen armas para eliminarnos. Eso implica superar cualquier aversión que puedan tener a trabajar con el Pentágono.
Podría acusarse a los autores de hacer lo que en Wall Street se llama “hablar de su libro”. Después de todo, Palantir Technologies, su empleador, está en el negocio de construir mejores softwares para los marines. Pero Alexander C. Karp, CEO de Palantir desde 2004, y Nicholas W. Zamiska, jefe de asuntos corporativos de la empresa, son verdaderos creyentes.
La República Tecnológica es una expansión crítica de una misión en la que han insistido durante años, incluso en la página de Opinión de The Washington Post: Silicon Valley ha abandonado ambiciones elevadas —coches voladores, teletransportación, curas para el cáncer— por el “hedonismo ligero” de la cultura del consumidor. “Demasiado capital, intelectual y de otro tipo, ha sido dedicado a satisfacer las necesidades a menudo caprichosas y pasajeras de las hordas del capitalismo tardío”, escriben Karp y Zamiska.La República Tecnológica, con narraciones cautivadoras y giros de frases pegadizos, llega en un momento de cambio tectónico para el sector tecnológico. Durante los años de Biden, el gobierno fue visto por muchos en la industria como un antagonista. Ahora, de repente, todos son mejores amigos. Los CEO de la industria fueron lo suficientemente generosos en la campaña de 2024 como para conseguir asientos en primera fila en la inauguración.Karp, de 57 años, con su alborotado cabello, guardarropa juvenil, apasionada seriedad y un patrimonio neto estimado en cerca de 10.000 millones de dólares, parece estar listo para irrumpir en la cultura dominante como un personaje genuino de Silicon Valley. Las acciones de Palantir tuvieron un buen rendimiento en 2024, con un retorno del 340%, tanto que The Economist nombró a Karp como su “CEO del año”.
Palantir vende software personalizado de detección de anomalías para diversos propósitos, incluidos la resolución de problemas en cadenas de suministros, monitoreo de transacciones financieras para detectar posibles casos de lavado de dinero y la predicción de dónde se instalarán bombas en una zona de guerra. La empresa prospera gracias a su imagen de “chico malo”. “Prefiero que me vean como malvado que como incompetente”, dijo una vez Peter Thiel. Thiel, el flautista de Hamelín del ala más derechista de la política tecnológica, cofundó la empresa en 2003 junto a Karp y dos más.La revuelta fue exitosa. Google dejó de trabajar en el contrato porque, como dijo uno de sus ejecutivos, “la reacción ha sido terrible”. La República Tecnológica se opone vehementemente. Sobre la retirada de la empresa, los autores escriben: “Se responsabilizan de construir vastos imperios técnicos, pero rehúsan ofrecer apoyo al estado cuyas protecciones —sin mencionar las instituciones educativas y los mercados de capitales— han proporcionado las condiciones necesarias para su ascenso. Les vendría bien entender esa deuda, aunque permanezca impaga”.
Hay un dejo en esta valoración del coronel Nathan Jessep, el personaje de Jack Nicholson en Cuestión de honor. En efecto, La República Tecnológica puede parecer un poco como “un viejo que grita a una nube” cuando, lamentablemente, culpa exclusivamente a “la izquierda” por la falta de un consenso nacional, algo que los autores afirman que es esencial para ganar la carrera de armas de inteligencia artificial.Esta generación ha sido sin precedentes en cuanto a respaldar la aparición de las mujeres en la educación superior y la fuerza laboral. Han dado la bienvenida a inmigrantes que buscan salir adelante, trabajado arduamente para confrontar al racismo y aceptado a miembros de la comunidad LGBTQ+. Al acoger a los previamente marginados en la nueva economía posprivilegio, esta generación ha expandido el mercado estadounidense, sumado innumerables contribuyentes y emprendedores (muchos en el sector tecnológico) y, en el proceso, incrementado la prosperidad del país —y de Silicon Valley— hasta altísimas cimas.
“No confiamos. Ningún lado confía”, dijo Karp a Fox Business en diciembre. Es justo, pero culpar a la izquierda —o a la derecha— resulta innecesariamente contraproducente. La decepción es que La República Tecnológica dedique tanto tiempo a asignar culpas. Por ejemplo: “El mundo enfrenta crisis muy reales, y aun así muchos se concentran en si el discurso de un robot podría ofender”. ¿Por qué no ambas? ¿Por qué no abordar las crisis reales y crear robots que no pronuncien insultos raciales? Si lo que se busca son valores comunitarios, optar por ambos caminos es la mejor manera.Fuente: The Washington Post
Fuente: telam