07/01/2025
Un sótano oculto, una lápida enterrada debajo de una casa de la costa argentina y la historia de un jerarca del partido nazi

Fuente: telam
Richard Schmidt nació en Alemania en 1886 y murió en Argentina en 1973. Fue el número dos del área de finanzas del partido Nazi en la Argentina y dueño de una antigua casa en la playa de El Remanso, en Mar del Sud. El singular y azaroso hallazgo contado por el periodista Facundo Di Genova en su libro “En el lejano Sudeste”
>Verano de 1960. Un Volkswagen Escarabajo ingresa por los caminos de tierra al Remanso. El vehículo se detiene en el frente de una casita solitaria de una planta y dos ambientes, la única construcción a la vista entre tanta desolación, situada a unos cien metros del mar y bien lejos del pueblo de Mar del Sud.
Después de unas horas, una de las mujeres sale caminando rumbo al mar, cruza un médano y, cuando llega a la orilla, se desnuda por completo y se zambulle en las heladas aguas de la costa atlántica bonaerense. Los paisanos que frecuentan la zona le dicen “la alemana”. Como cada año, la esperan para espiarla y observar desde lejos su blanca piel y su esbelta figura.
Durante la obra, un albañil de origen judío había comenzado a realizar un pozo para instalar una rejilla y se encontró con algo muy duro que le era imposible de penetrar con su taladro convencional. El dueño, que había comprado la pequeña propiedad a tres viejos hermanos alemanes una década atrás, quienes a su vez habían comprado el terreno a otro alemán en los años 50, no conoce, hasta el día de hoy, qué relación tuvo Richard Schmidt, uno de los nombres tallados en la lápida, con la casita construida hace más de 70 años entre las dunas, a 15 kilómetros al sur de Miramar.
Lo que sí pudo comprobar, de acuerdo con el trabajo de los investigadores, es que el nombre que figura en la lápida corresponde al mismo Richard Schmidt que fue número dos del área de finanzas del El propietario me pide, durante un diálogo personal que se sucede en Mar del Sud, a pocas cuadras del viejo hotel Boulevard Atlántico, no revelar su nombre ni la ubicación exacta de la casita a cambio de contar la historia completa. Cosa que cumplo y brindo prueba de lo cual en este mismo relato. Cuenta que este hallazgo primaveral de 2020 comienza, sin embargo, con uno anterior, ocurrido en el mismo sitio, en el invierno de 2019, y que el primero en conocer la noticia fue el investigador Laureano Clavero.El propietario lo había contactado para compartirle que en la vieja y abandonada construcción de El Remanso que había comprado hace muchos años, había descubierto un sótano oculto en el piso del living, al que se accedía por una escotilla, y que entre botellas de vidrio verde claro y cajones abandonados se escondían libros escritos en alemán.Pero la noticia, con el hallazgo de la lápida en una casa abandonada en el campo le pondría un nuevo capítulo a la saga nazi en Mar del Sud. Por eso contactó con el escritor Julio Mutti y juntos comenzaron una investigación que duró meses y que confiaron a este cronista, mientras aparecían las primeras conexiones de los nombres tallados en la lápida en las listas secretas del Partido Nazi Argentino, microfilmadas por Estados Unidos durante la ocupación de Berlín, después de la rendición del régimen en mayo de 1945.
¿Qué hacía una lápida enterrada, oculta en una casa perdida en el campo, muy cerca del mar y lejos del pueblo de Mar del Sud? ¿Quiénes eran los dos nombres que aparecían en esa lápida? Richard Schmidt aparece en tres listados nazis. Primero, en el archivo del Partido Nazi (NSDAP) argentino, donde figura como afiliado desde el 1° de julio de 1932; la fecha denota que fue uno de los primeros 200 afiliados de una organización que llegaría a reunir poco más de 2000 selectos miembros, cuatro años después, dijo Mutti, que tiene varios libros publicados sobre nazis y es el autor del blog U-Boat Argentina, un sitio de referencia.Del cotejo de ambos listados con su nombre, fecha y lugar de nacimiento, se desprende que Schmidt nació en 1886 en Breslavia, región alemana en disputa con Polonia, y donde el antisemitismo de entreguerras caló hondo. De hecho, Breslavia fue el último bastión de Hitler en la región oriental de Silesia, sede de campos para el exterminio de residentes judíos y también de cruentos combates durante el asedio soviético al final de la Segunda Guerra.
Schmidt, el mismo hombre cuyos restos estarían sepultados bajo la losa de una casa en El Remanso, y quien se afilió al Partido Nazi con el número 1228541 como “trabajador de la construcción” cuando tenía 46 años, figura además en un tercer listado. Se trata de un documento manuscrito, elaborado por la Comisión Investigadora de Actividades Antiargentinas de 1941, donde figura como importante miembro del Partido Nazi en el área de finanzas, detrás del poderoso Heinrich Volberg, completa Mutti.Schmidt creció a la sombra de Volberg, miembro de la mesa chica de la agrupación fascista y, luego de la expulsión de éste, alcanzó más poder entre los cuadros dirigentes del Partido Obrero Nacional Socialista Alemán de la Argentina, una selecta élite de germanos residentes en Buenos Aires quienes tenían prohibido involucrarse en la política interna local.
“Antes del golpe del ‘43 y el ascenso del peronismo, a los nazis en la Argentina se los persiguió mucho y el listado de sus miembros nunca se encontró, hasta que fue hallado en Berlín, en la sede de la Sección Exterior del partido, y quedó en poder de los estadounidenses, fue microfilmado y se hizo un informe para el Congreso de los Estados Unidos donde quedaron identificados todos los miembros del Partido Nazi en el continente americano”, reseña con milimétrica precisión Mutti.Tras un largo tiempo de espera, el resultado también nos sorprendió. Uno de los dueños del terreno donde se construyó la propiedad hacia finales de 1950 era, también, un nazi con papeles: Juan Jorge Leopoldo Augusto Erico Erdmann. Erdmann fue miembro de la Unión Alemana de Gremios (UAG) o DAF en alemán, desde el 1° de febrero de 1938, el momento de mayor auge del nazismo en la Argentina.
“El DAF en la Argentina era el sindicato único nazi, pero se le cambió el nombre en 1938 por UAG, después del decreto del presidente Roberto Ortiz que mandaba a disolver a las organizaciones extranjeras. Era una organización cien por ciento nazi, cuya cabeza reportaba al embajador alemán en la Argentina, Edmund Von Thermann. Tenía casi 12 mil miembros de entre 250 mil residentes alemanes en el país (la tercera comunidad inmigrante, después de Italia y España) y era mucho más amplia que el partido nazi local”, explica Mutti. Pero entre los documentos que el propietario le acercó a Laureano Clavero había mucho más.Como los últimos dueños del terreno -quienes presuntamente construyeron la casa donde estaba la lápida-, no tenían escritura sino un boleto de compraventa realizado en la inmobiliaria de Roberto J. W. Vinelli, debieron demostrar, antes de vender, que eran los verdaderos poseedores del lote, aportando una serie de pruebas que quedaron documentadas en una carpeta. En esa carpeta, como en una fotonovela demasiado perfecta para ser ficticia, figura una serie de cuarenta fotografías tomadas entre los años 1960 y 1970 que dan cuenta de la presencia de al menos tres familias distintas, todas de origen alemán, visitando la casita de El Remanso en distintas ocasiones.Curioso detalle: en muchas de esas fotos se ve a un Volkswagen Escarabajo, el vehículo del pueblo alemán, un detalle bastante infrecuente en el paisaje de las pampas bonaerenses. Entre las familias que figuran en los epígrafes manuscritos de las fotos aparecen los apellidos Klein, Schulz, Becker y Ratzlaff. Este último apellido llamó la atención de Mutti, por lo poco frecuente del nombre.
Poco antes de publicar la primicia, viajé a Mar del Sud a entrevistar al propietario que halló la lápida, y a examinar los documentos y los libros que misteriosamente habían aparecido, junto a algunas botellas de vidrio verde muy claro, llenas de agua, que también reposaban dentro del sótano de hormigón que parecía un búnker de la Segunda Guerra Mundial. Estas botellas parecían cumplir la función de suministro vital, frente a un escenario apocalíptico o, solamente, facilitar la sobrevida de quien se esconde de una persecución sostenida en el tiempo.
Durante mi encuentro con el propietario conocí la casa de los alemanes en El Remanso, de la cual ya no quedan rastros ni de la vieja edificación ni del agujero donde extrajeron la lápida. No obstante su diseño estructural es el mismo, y el sótano de hormigón ha quedado intacto.Antes del descubrimiento de la lápida, la casa estaba abandonada: tenía 60 años desde que se construyó (esto dicho en los papeles, cuando la construcción se “blanqueó”). A pesar del paso del tiempo, no tenía una sola filtración de humedad, más allá de estar tan cerca del mar y con tan poco reparo, me cuenta el propietario. En el momento del hallazgo vuelve a resonar en la cabeza de este cronista la ficha de enrolamiento de Richard Schmidt al Partido Nazi, afiliado como “construction worker”.
También acerca una caja con una veintena de viejos libros escritos en alemán. Según pude notar, ninguna publicación toca temas del nazismo. Se trata de novelas de la época que estaban dentro de la casa cuando el propietario la compró, entre el polvo y las arañas. La página legal de tres ejemplares distintos señala la procedencia y la fecha de impresión: Berlín, 1935, pleno auge del nazismo en Alemania. Cuando le pregunto al propietario por la lápida, me dice que “está bien guardada”. Y me lleva donde la tiene oculta. Cuando la veo, me persigno. Y en silencio, mientras leo el nombre de las dos personas que figuran en el cenotafio, les pido disculpas, sabiendo que, quizá, no las merezcan, pero es lo primero que me sale hacer y sentir frente a lo que quedó de la enigmática tumba; profanada, por decirlo así, de pura casualidad.
Le pregunto al propietario:—No quise seguir buscando; y si así fuera, que en paz descansen.
Cuando le pregunto al propietario si no le da miedo vivir en una casa donde posiblemente hay una persona, o tal vez dos, enterradas, muy cerca de los cimientos, como Clara Probst y Richard Schmidt, dice que no: “Para nada”.
—¿Al Museo de Miramar?
—Pero el Museo de Mar del Sud no existe.
Fuente: telam