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26/01/2025

Luis Sagasti: “Cuando era chico, la colección ‘Lo sé todo’ me parecía el orden natural del mundo”

Fuente: telam

Charla con el escritor argentino, creador de una literatura fragmentaria y magnética que, a la manera de un juego, establece conexiones entre relatos, biografías, datos de enciclopedias y curiosidades

>Escritor, profesor y crítico de arte, Luis Sagasti nació en Bahía Blanca en el año 1963 y es licenciado en Historia por la Universidad Nacional del Sur, donde trabaja como profesor. Desde 1995 hasta 2003 fue curador en el Museo de Arte Contemporáneo de Bahía Blanca, donde coordinó, además, numerosos catálogos artísticos para las exhibiciones.

La literatura de Luis Sagasti es una literatura fragmentaria e inclasificable que cruza narraciones, biografías, memorias, datos de enciclopedias y curiosidades varias y establece conexiones lúdicas en nuevas formas de escribir y, por lo tanto, en nuevas formas de leer.

Los secretos detrás de esas sorpresas, en la charla que sigue, que es una edición de la conversación que mantuvimos tiempo atrás en un episodio del podcast Vidas prestadas.

— Mirá, yo acá, en Buenos Aires, usualmente me hospedo a metros de Dorrego y Córdoba. Yo nunca sé si estoy en Chacarita, Colegiales, en Villa Crespo o Palermo. Depende dónde camine. Y en Bahía Blanca ocurre más o menos lo mismo, no es Pampa Seca, no es Pampa Húmeda, no es Patagonia. Hay viento, eso se sabe. Como que hay mucho tránsito, hay viento. Con los libros pasa más o menos lo mismo, pero naturalmente me sale así. O sea, sí, hay una propuesta estética muy clara, por supuesto.

— Pero no era así al comienzo, tus primeros libros no eran así.

— Bueno, la concepción acerca de qué es una novela también cambió.

— Claro. Pero no hay una idea por la que diga: “voy a hacer una cosa fragmentaria”. No, me sale así; como que está en mi naturaleza no encasillarme, por decirlo de alguna forma. Yo empiezo, digo, puede haber una historia. Algo mínimo. Algo que escucho, qué sé yo. Y ahí empiezo. Escribo. Yo creo que cuando vos te largás a escribir, ahí empiezan las ideas. No existe eso de “me voy a inspirar”. No, no, la inspiración te agarra laburando. A mí me pasa, yo hablo con vos y digo: estoy escribiendo algo y no sé para dónde seguir ahora. Qué sé yo. Hasta que empezás.

— No, depende. Tampoco hay un método. Puedo esperar. Arranco con otra cosa, después veo que ambas se unen. Así como soy muy torpe –yo no puedo usar un destornillador sin instrucciones previas–, me pasa al revés con la capacidad de relacionar cosas. Me salen naturalmente las relaciones. Que pueden ser o lúdicas, o lógicas, o…

— O emocionales.

— ¿Vos solo te das cuenta de que te fuiste lejos?

— Sí. Yo me acuerdo cuando estaba con Bellas artes, que hay un montón de gente que se cae o que se pierde en las alturas. Y uno tenía a Charly García, tenía a Gardel. Pero, o, ahí notaba que no: toda esta gente sobra. Es una buena historia la de Charly tirándose del 9º, pero no acá.

— Sí. Por ahí, la palabra es ésa, es el tono. Porque vos podés tocar la armonía -no sé nada de música-, seguís con cuestiones armónicas.

— Para quienes te leemos, no parece que no sepas nada de música.

— ¿Te pasa con todos los libros?

— Un libro que es un conjunto de notas al pie.

(Risas) Me salió bárbaro.

— ¿Es uno de los que más te gusta, Leyden Ltd.?

— No, no, por qué decís que no le gusta a nadie. A mí me encanta.

— De la vieja revista que enseñaba a coser.

— Hay dos cosas que te quiero preguntar. Primero, de dónde sale esa información aleatoria que aparece en estos libros y, segundo, si hay fakes.

— Para vos, sí.

— Es una mirada sobre los eventos.

— Y es ficción.

— ¿Pero eso no forma parte también del juego de la literatura? Que yo te pregunte eso, que un lector se pregunte eso.

— ¿Tenías enciclopedias de chico?

— ¿Y se reproduce un poco eso en tu literatura? ¿Ese orden arbitrario del gusto? Pienso esa idea de lisérgico que mencionás y que lo que vos hacés con la literatura es así. Es lo que conseguís uniendo todas esas piezas que, en principio, no existieron para ser unidas, digamos. Mirá, para dar una idea de esas cosas que unís, tomo prestado esto de una nota que escribió Tomás Villegas en Tiempo argentino. Por ejemplo, entre las cosas que están en tu libro, habla de “la danza de Matisse, el polvo que llega a Brasil desde el desierto del Sahara, la blancura de Moby Dick, una lengua china del siglo III hablada solo por mujeres, un pizarrón escrito o garabateado, los cantos sagrados de las culturas selk´nam de Tierra del Fuego, el encargado de confeccionar el crucigrama del Boston Herald, un fragmento de Darwin o de Agota Kristof, la caligrafía infantil, una anécdota de Turner”. Bueno, a los curiosos algo así nos vuelve locos. El tema es qué se hace con todo eso.

— Sí, sí, te entiendo. Y cuando aparece eso, vos te lo anotás.

— Hay una parte que me gusta muchísimo en Lenguas vivas y que tiene que ver con un personaje fascinante, Nadezhda Mandelstam, la viuda del poeta ruso. Su libro de memorias Contra toda esperanza es descomunal. Tu texto arranca muchos años antes de que Nadezhda se aprendiera de memoria la obra completa de su marido y ahí empezás a hablar de una historia y aparece el poema de un soldado. Contame un poco cómo surgió esa unión de elementos.

— ¿Gatera qué es? ¿Ideas escritas en notas?

— No te agarra apuro, entonces. ¿Y no te da ansiedad?

— ¿Cómo es eso? ¿Tenés miedo de otro escritor salga antes?

— ¿Esa es tu paranoia?

— Antes de que alguien lo descubra.

— Pero, al mismo tiempo, tu enciclopedia nunca es la del otro. Tu modo de escribir, tampoco.

— Otro de los géneros o disciplinas que uno puede leer en tu literatura es la filosofía.

— En tu narrativa hay un modo de componer la literatura que va más allá de los géneros. ¿Es faltarles el respeto, es trabajar por fuera de ellos? ¿Es algo que no aparece en tu modo de pensar la literatura?

— No creo eso (risas).

— Hay mucho de música y arte en tu obra, sonidos, imágenes.

— ¿Estudiaste piano?

— Te exigís mucho, tal vez.

— ¿Para los amigos tampoco tocás?

— ¿Mientras estás escribiendo?

— Como una lengua viva.

— Claro, estás pensando para escribir.

— El peripatético (risas).

— En Lenguas vivas, además de hablar de todo esto y de lo que significa una lengua también en calidad de cultura, de universo, esta idea de los últimos representantes de esa lengua, de los últimos que pueden expresar esa lengua, también aparecen textos autobiográficos como el último, en el cual una noticia trae al narrador a su propia historia y a la muerte de un hermano.

— Muy cercano a vos, claro.

— ¿Alguna vez te habías planteado escribir sobre eso?

— También había un día en el año en el que ella se preguntaba por qué.

— ¿Cuál fue la situación en la que te dijo que hacía eso?

— ¿Escribía en computadora?

Fuente: telam

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