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07/11/2025

Cuando el arte sermonea y los políticos provocan: un diagnóstico sobre nuestro tiempo

Fuente: telam

Carlos Granés, analiza el auge de líderes disruptivos y movimientos culturales moralizantes. Y advierte sobre los riesgos de la fragmentación social y el ascenso de discursos emocionales

>Para empezar, el analista político Carlos Granés le dedica su último libro a Mario Vargas Llosa. Lo que ya es decir. La suma de política y Vargas Llosa sólo puede dar una cosa: liberalismo. Y por ahí -perdón el spoiler- vamos a andar. Aunque no por los caminos convencionales. Ya verán.

Para seguir -lo de los caminos no convencionales- el primer capítulo arranca con el autor declarando que “de no ser porque Rudy Giuliani tenía una vieja relación con el arte plástico (...) cualquier noticia referida a él me habría parecido irrelevante”. Habla del exalcalde de Nueva York. ¿Irrelevante?

Es que el análisis de las transformaciones recientes en la relación entre política y cultura en América Latina encuentra en Carlos Granés una de sus voces más lúcidas y provocadoras. En su nuevo ensayo, El rugido de nuestro tiempo, el autor colombiano examina con agudeza los cambios que han marcado las dos últimas décadas, centrándose en el mundo hispanohablante y en las tensiones que atraviesan el liberalismo, el progresismo y el conservadurismo.

El autor sostiene que la política y el arte han intercambiado sus papeles tradicionales: mientras que antes la política era un espacio de responsabilidad y el arte uno de experimentación, en la actualidad el arte se ha vuelto moralizante y la política, transgresora. Según Granés, esta inversión resulta “empobrecedora y corrosiva”, y afirma: “No puede haber una peor combinación que la incorrección en la política y la corrección en la cultura, y eso es lo que está marcando nuestro tiempo”.

“El mundo se está desordenando. Están pasando cosas que creíamos improbables. Por ejemplo, la idea de un Occidente debilitado, o que Estados Unidos deje de ver a Europa como un aliado y lo vea como a alguien que se ha aprovechado de ellos”, explica Granés. En este contexto, figuras como Javier Milei, Donald Trump o Jair Bolsonaro se convierten en referentes para sectores que antes carecían de representación, gracias precisamente a su incorrección y a su capacidad para desafiar las normas establecidas.

Granés identifica una tendencia global a la polarización, donde la política deja de ser un espacio de debate racional para convertirse en una cuestión de identidades enfrentadas. “Hoy en día, quien no está contigo no es un opositor que piensa distinto, es un enemigo moralmente peligroso y alguien que no está legitimado para gobernar”, sostiene el autor. Esta dinámica, que históricamente caracterizaba a América Latina, se ha extendido a otras regiones, fragmentando la sociedad y dificultando la convivencia democrática.

En la segunda parte, el autor ofrece un retrato colectivo de la “última camada de redentores latinoamericanos”, identificando una tradición regional que concibe a cada país —o incluso al continente entero— como una obra inacabada que debe ser recreada desde la política.

El ensayo también explora el impacto de las crisis recientes, como la de 2008, en la juventud y en el arte. Granés argumenta que la percepción de un futuro peor que el de generaciones anteriores, sumada a la emergencia de movimientos como Black Lives Matter o Me Too, ha llevado a los artistas a asumir un papel moralizante. Los artistas empiezan a entender que su deber es aprovechar todas las expresiones culturales para promover determinadas causas, de modo que la cultura se empieza a convertir en un terreno acotado por preocupaciones morales y los jóvenes se hacen más bien defensores del statu quo, se vuelven más bien conservadores en el arte, en tanto que son más moralistas”, afirma Granés.

En América Latina, la figura del “presidente creador” se impone como un líder que pretende refundar la nación desde cero, ignorando los esfuerzos de generaciones anteriores y presentándose como un mesías.

Granés advierte que este tipo de liderazgo degenera en autoritarismo y victimismo, ya que, al no poder cumplir sus promesas, los líderes populistas culpan a enemigos internos y externos de sus fracasos. “Los populistas llegan con un plan de refundar el país y solucionarlo todo. Es una quimera, pero cuando falla, dicen que el problema son los ‘enemigos tremendos que se oponen’”, explica el autor.

El tercer capítulo del libro examina las ideas recientes sobre el lugar de América Latina en el mundo, identificando tres tendencias principales: la decolonial, la panhispanista y la hispano-trumpista.

A lo largo de El rugido de nuestro tiempo, Granés defiende la vigencia de los valores del liberalismo político y del racionalismo occidental, en su versión más defendible y post-1945. El ensayo puede leerse como una exposición de las discrepancias recientes del liberalismo con el progresismo y el conservadurismo, especialmente en lo que respecta a la cultura, la política y la historia.

Consultado sobre el futuro, Granés reconoce la dificultad de hacer predicciones en un mundo cada vez más impredecible y fragmentado. “El populismo es tentador porque es eficaz, triunfa porque funciona, y hace que la sociedad civil se fragmente, se envilezca y se haga cada vez más emocional”, advierte el autor. Esta tendenciacomplica la posibilidad de revertir el proceso y obliga a permanecer atentos a los acontecimientos internacionales, como la guerra en Ucrania y el papel que pueda desempeñar Trump en el futuro.

Fuente: telam

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