Miércoles 24 de Diciembre de 2025

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24/12/2025

Árbol, regalos y un gran banquete: ¿cuál es el origen de los rituales de Navidad y por qué se vincula con el nacimiento de Jesús?

Fuente: telam

Ni el 24 ni el 25 de diciembre aparecen marcados en ningún texto bíblico. Que la celebración se realice ese día es resultado de un entretejido de tradiciones judeocristianas con rituales paganos romanos, donde el simbolismo del sol que renace tras el invierno se funde con la figura de Cristo trayendo luz al mundo. Una breve síntesis sobre las raíces de esta festividad que es un puente entre culturas

>¡Esta noche es Nochebuena y mañana es Navidad! Esa festividad que ilumina las calles con luces multicolores, reúne familias alrededor de mesas cargadas de pan dulce y sidra, y llena los corazones de un espíritu de paz y generosidad, es mucho más que un simple aniversario del nacimiento de Jesús. En realidad, su fecha del 25 de diciembre —o la víspera del 24, como se celebra en muchas culturas hispanas— no aparece en ningún texto bíblico. Es una construcción histórica, un entretejido de tradiciones judeocristianas con rituales paganos romanos, donde el simbolismo del sol que renace tras el invierno se funde con la figura de Cristo como la luz del mundo. Pero, ¿por qué se eligió esta fecha? ¿Y qué nos dice la Biblia sobre el momento real del nacimiento de Jesús?

Imaginemos una noche estrellada en los campos de Belén, en la antigua Judea. No un paisaje nevado como el que pintan las postales navideñas europeizadas, sino un terreno seco y cálido, típico del verano mediterráneo. El Evangelio según San Lucas nos ofrece una pista clave en su capítulo 2, versículos 8 al 14: “Había en aquella región unos pastores que pasaban la noche en el campo, vigilando por turno sus rebaños. Un ángel del Señor se les apareció y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. Pero el ángel les dijo: ‘No teman, porque les traigo una buena noticia, que será para todo el pueblo una gran alegría: hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Esto les servirá de señal: encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre’. De pronto se juntó al ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: ‘Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres amados por él’”. Este relato no solo anuncia el nacimiento de Jesús, sino que proporciona evidencia indirecta sobre la estación del año. Los pastores cuidaban sus rebaños al aire libre, algo improbable en el frío invierno judeo, donde las temperaturas descienden y las lluvias inundan los caminos. Eruditos como Alfred Edersheim argumentan que esto apunta a un período cálido, posiblemente verano u otoño, coincidiendo con la temporada de partos de ovejas.

Para enriquecer esta narrativa, consideremos profecías del Antiguo Testamento que prefiguran el nacimiento, como Isaías 7:14: “Por tanto, el Señor mismo os dará una señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”. O Isaías 9:6: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”. Estos textos, citados en Mateo, subrayan el cumplimiento mesiánico, integrando el nacimiento en una teología de esperanza y luz.

El vínculo clave es el Sol Invicto, instituido por Aureliano en 274 d.C., con festival el 25 de diciembre tras el solsticio de invierno, simbolizando el renacimiento solar. Constantino, devoto inicial del Sol Invicto, legalizó el cristianismo en 313 d.C.

Sin embargo, eruditos modernos cuestionan esta “teoría de la historia de las religiones”, proponiendo la “hipótesis del cálculo”. Según esta, la fecha deriva de reflexiones internas cristianas, no de apropiación pagana.

Sexto Julio Africano, en 221 d.C., calculó así en su Chronographiae, predatando el Sol Invicto.

Agustín de Hipona, en De Trinitate (399-419), afirma: “Se cree que [Jesús] fue concebido el 25 de marzo, el mismo día en que sufrió... Pero nació, según la tradición, el 25 de diciembre”.

Juan Crisóstomo, en homilías de 386 d.C., calcula basándose en cursos sacerdotales de Zacarías (1 Crónicas 24:7-19), colocando la concepción de Juan en septiembre y la de Jesús en marzo, nacimiento en diciembre. Defiende: “Esta tradición se remonta desde el principio”, eclipsando lo pagano por providencia.

Orígenes de Alejandría criticaba celebrar cumpleaños como paganos en el siglo III, pero la pragmática prevaleció.

Ambrosio de Milán ve a Cristo como “verdadero sol” superando dioses paganos.

William J. Tighe, en Calculating Christmas (2003), argumenta que el Sol Invicto fue respuesta pagana a la creciente celebración cristiana del 25 de diciembre, no al revés.

El Calendario Filocaliano de 354 d.C. lista el 25 de diciembre como “Natalis Invicti” y cristiano, sugiriendo coexistencia.

En Oriente, se celebraba el 6 de enero hasta el siglo IV, unificando bajo influencia romana.

El debate persiste: ¿apropiación pagana o cálculo teológico? Fuentes como Biblical Archaeology Society apoyan ambos, pero enfatizan evidencia temprana cristiana.

Hoy, en un mundo secularizado, la Navidad trasciende lo religioso, con variaciones globales: en Latinoamérica, Nochebuena con misas y fuegos; en Escandinavia, con luces contra el invierno; en Asia, como festividad comercial.

Esta síntesis histórica nos invita a ver la Navidad como puente entre culturas, transformando sombras en luz eterna.

Fuente: telam

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